Tomar este curso fue toda una travesía. (Con todo el respeto del universo), me sentí desde el primer día en constante conflicto con la forma en que nuestro maestro nos enseñó y la manera en la que las clases se desarrollaban. En un comienzo no entendía para donde iba la cosa, no veía muy clara la relación entre los temas y sobre todo, creía que el impacto que iba a tener esta clase sobre mi desarrollo profesional, iba a ser insignificante. Con una sensación un poco de frustración, y recibiendo la información muy a regañadientes, me decidí a continuar hasta el final.
Pasé varias semanas sintiéndome y pensando igual, pero fue con el primer proyecto que algo empezó a cambiar. La idea de generar un objeto artístico/comunicativo en el espacio de una sola clase, es decir, unas pocas horas, me pareció un reto enorme. Pensé que el tiempo no iba a ser suficiente, que el resultado se iba a ver muy poco profesional, y me preocupaba demasiado el componente estético del objeto. En sí, mi grupo, no tuvo mucho éxito con este primer proyecto, pero sí fue una gran experiencia y un punto de cambio, en la que mi opinión frente al curso dio un giro inesperado.
En situaciones anteriores, ya me había enfrentado a la realización de proyectos con fines comunicativos, en los que el resultado estético era una de las principales componentes. Que comunicara o no, iba muy ligado al aspecto anterior, pero otros puntos claves que descubrí a partir de las dos instalaciones realizadas en clase, no las tenía en cuenta en un pasado, ni existían vagamente en mi cabeza. Aspectos como la forma en que el objeto se iba a relacionar el usuario, pensar detenidamente el lugar correcto para situarlo y hasta la realización de un fuerte estudio conceptual previo, tomaron una fuerza especial.
Una instalación artística/comunicativa va más allá de que algo se vea estéticamente “bonito”. Ya no es cuestión de generar pinturas, esculturas u objetos con fines puramente contemplativos, en los que parecieran estar puestos en un altísimo pedestal, únicamente alcanzado a través de la observación. Las instalaciones artísticas son aquellas expresiones cargadas de componentes comunicativos, capaces de generar experiencias en los usuarios. Los espectadores se convierten en agentes activos, creando una serie relaciones con estos objetos, diferentes a las convencionales con una obra artística. Se pueden tocar, sentir, escuchar, leer, observar, opinar, rayar, pisar, y hasta en algunos casos, ser modificados al antojo de la persona. Lo anterior es consecuencia directa de uno de los principales fines de este tipo de proyectos, el cual es comunicar algo en específico, tratando de generar un interrogante en el “espectador” (que ya es más que un simple espectador), creando una postura, reflexión, idea, desconcierto, desagrado, o por lo menos tratar de que algo se mueva dentro de la cabecita de aquel que estuvo en contacto con ella.
Otro punto que me pareció fascinante, es la relación objeto - espacio. El lugar, o los lugares que se elijan para su desarrollo, dejan de ser una simple sala de exposición, y pasan a ser un componente primordial para su desarrollo. El espacio afectará la forma en la que es percibida la instalación, al mismo tiempo que ese lugar es transformado. No es lo mismo, tomando como referencia el proyecto “Absorbiendo Nuestro Mundo”, situar el objeto al lado de un lavamanos de un baño en donde se siente directamente el impacto sobre el agua, que en una zona abierta donde no se ve la incidencia directa de lo que se quiere comunicar. Los espacios no son simplemente lugares muertos, son zonas con fuertes dinámicas y relaciones con aquellos que los habitan. Están cargados de significantes, recuerdos y sensaciones que pueden llegar a ser exaltadas a través de este tipo de instalaciones. En su mayoría tiene que ver con las personas, ya que somos nosotros los que nos apropiamos de esos lugares, y es en este punto en el que se debe pensar a la hora de elegir ese espacio.
Es muy interesante ver como las diferentes personalidades y afinidades profesionales de los integrantes de los grupos tuvieron un impacto enorme en la realización de estos proyectos. La generación de una instalación acompañada de la multidisciplinaridad de sus creadores, le agregó una fuerza conceptual que sería difícil generar desde un individuo solitario como tal. Creo que de lo anterior es de lo que tratan las CTS, de la unión de disciplinas para crear algo mucho más grande y completo. Es trabajo en equipo puro, algo así como una creación colectiva, en la que cada integrante se apropia de sus fortalezas e ideas, aportando significativamente para la realización de un proyecto en común. Ahora entiendo muy bien cuál era la importancia de que todos los integrantes de los grupos estudiaran carreras diferentes, puesto que si nos hubiéramos integrado como siempre a partir de las afinidades profesionales, el resultado como tal de los proyectos no hubiera sido el mismo.
Fue un viaje interesante y turbulento el que tuve dentro de este curso. Pero considero que la experiencia, así parecida a la que se tiene con un proyecto artístico/comunicativo, es la que me llevo con gran aprecio para situaciones futuras. Cualquiera de nosotros, así no seamos artista, diseñadores, arquitectos o cualquier cosa parecida, podemos generar obras de este tipo. Es cuestión de querer comunicar algo, de querer hacer un cambio en un espacio determinado y tener el interés de generar interrogantes en los otros. Este tipo de proyectos deberían realizarse mucho más a menudo, puesto que nos obligan a pensar lo que usualmente pasamos por alto, a reflexionar sobre nuestras realidades, y a recordarnos incesantemente, que no hay que “tragar entero”. Generar posiciones críticas y personales, respetando siempre lo que el otro tiene que decir. Salirse un poco de la cotidianeidad para repensar nuestras realidades y dejarnos la inquietud de tal vez quererlas cambiar….
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